Una reflexión para comenzar
Al principio fueron los sentidos...
Al principio fueron los sentidos…., y antes de ellos sólo había la sorda actividad del Universo. El atiborrado oscilar de los átomos, la ignorada plenitud de los helechos gigantes. Los sentidos parieron la luz y los sonidos y las caricias y el incitante pregón de los olores. Y el gusto de las cosas. Fue el gran amanecer, el inicio de la algarabía, el nacimiento de la palpitación y el gusto, el gigantesco parto del mundo percibido. Este planteamiento es mención nítida de la fuente.
En la Hypnerotomachia Poliphili del enigmático Francesco Colonna (Sueño de Polífilo), .-
Hypnerotomachia Poliphili (del griego hypnos, ‘sueño’, eros, ‘amor’ y mache, ‘lucha’), o el Sueño de Polífilo (discurso del) en castellano, es una obra de Francesco Colonna (1467). La edición original apareció en Venecia en 1499, en la imprenta de Aldo Manucio, con importantes xilografías, obra del Maestro del Sueño de Polífilo. Constituye una verdadera obra maestra del arte del libro, y obtuvo un gran éxito en el siglo XVI y en el siglo XVII, siendo traducido rápidamente a diversas lenguas.
En las obras descritas en el párrafo anterior se representa a Polífilo en su encuentro con las cinco ninfas de los sentidos. Significaban el poder de la emergencia. Había en mil onzas de las montañas, ninfas de las fuentes, ninfas de los campos, el niño fan de la arboleda. Colores, sabiéndolo o no, son los inexplicables manantiales del mundo. Las salidas de los sabores, las largas frases del tacto, la compleja sintaxis de la mirada que iba ahí viene entre las cosas, conjugándolas, subordinándolas, la admirada banderola de las interjecciones. ¡O campo del verano, oloroso en el almazara del sol!, ¡Aroma de las jaras generosas como amas de cría¡. Nos descifran mensajes claros y mensajes cómplices, músicas y ruidos, gritos y murmullos, confidencias y proclamaciones, grandes lejanías y urgentes proximidades, asperezas y dulzuras. “Aisthesis” ( en griego), de dónde viene la palabra estética.
Pero el arte es la expansión de los sentido. De la palabra sabor viene sabiduría. En trabajo de los sentidos se va desde la estética a la sabiduría. Quehaceres interminables. Los antiguos representaban los sentidos, las cinco solemnes puertas por las que el mundo entraba en el alma, era una imagen pasiva, dócil, perezosa del sentir. Son puertas, sí, pero de salida. Experiencia, etimológicamente es lo sucedido en un viaje, escudriñar, y escrutar, significaban visitar un lugar, recorrerlo. Nuestros sentidos son inquietos, viajeros, insatisfechos. Salen de casa, a captar o coger la realidad, a percibirla, como se percibe el sueldo después del trabajo. Son los nuestros uno sentidos inteligentes y activos. Ver, oír, tocar, oler, gustar, no son operaciones pasivas sino exploraciones activas para extraer la información que nos interesa. Olemos y olfateamos. Oímos y escuchamos. Gustamos y paladeamos. Tocamos, palpamos, tanteamos, y, sobre todo, acariciamos. Nuestra gran reacción efectiva es la caricia, que ennoblece la sensación con el sentimiento.
En este afán por buscar los secretos de las cosas se encuentra, quizás, la clave de un enigma lingüístico, sentido significa sensación, pero también dirección y, para mayor pasmo, significado. Es como si el sabio lenguaje nos dijera que los sentidos es un camino de doble sentido. La niebla transparente dolor a pan recién salido del horno. El gesto insistente e insinuante de un rostro que aparece y se esconde. Pero cada cual sale a casar con su habilidad o su torpeza a cuestas. Aunque todos andamos por las abigarrados bosques del sentido, no todos percibimos lo mismo. Hay una sabiduría del percibir. Rilke nos cuenta: “…y cuando sepa mucho, y admirar los animales simplemente, para que un poco de la gracia de su marcha entre en mis coyunturas. Diré a los jardineros que me expliquen muchas flores, trayendo me en los trozos de los hermosos nombres propios algo de sus aromas variados. Luego, frutas compraré, frutas donde esté metida la tierra nuevamente hasta los cielos.”
ercibir tedioso que sólo encuentra en la realidad lo que en la realidad pone: aburrimiento. Hombres cautos los que son capaces de romper la rutina del mirar, del oír, del tocar. Me presiona leer lo que Van Gogh escribió a su Hermano Theo: “encuentra bello todo lo que puedas; la mayoría no encuentra nada lo suficientemente bello.” Habla de la belleza con aire tan voluntarista. Sí, la belleza es una posibilidad libre de las cosas. El afán de encontrar la de inventar la dirige nuestra percepción, secundar la realidad y la hace estar en permanente estado de parto.
Los sentidos quieren ir más allá de sí mismos. No son registradores de las propiedades de las cosas, sino poetisa dores de la realidad. El reino del sentir comienza en la estética y acaba en la sabiduría. El conocimiento, la conciencia la ciencia, también crece en la selva del sentido. En ellas nos perdemos con facilidad. Son excesivas las formas, los matices, los sutiles estremecimientos del aire. Podemos captar tres millones de colores, y en esa abundancia nos perdemos. Necesitamos pensar el sentido, hablarlo. No podemos prescindir de él. La necesidad hace que nos alejemos de lo concreto. Tenemos que conceptualizar la realidad para así orientarnos, abrir caminos en el bosque para no extraviarnos. Perdemos el cordial diálogo de las cosas. Conseguimos estabilidad a costa del estremecimiento. Así andamos, oscilando entre cristal y el humo. Tal vez no sea necesario. Tal vez podamos unificar la claridad del pensar y la brillantez del sentir, lo universal y lo concreto.
Es el ir y venir de lo concreto a lo abstracto, de la palpitación al conocimiento de la música de las esferas a la precisión de la astronomía, del comportamiento cotidiano a la poética de la acción, lo que fascina. Este es el camino del doble sentido que mencionó. Antonio Machado: “…de la mar al percepto, del percepto al concepto, del concepto a la idea. ¡O, la linda tarea, de la idea a la mar¡. Y otra vez a empezar.